LEÍDO EN EL ABC
¿QUÉ tienen en común una taberna o un bar de Grecia, Uruguay, Australia, Nigeria, Eslovenia, Nueva Zelanda o Hong Kong? Pues que en todas ellas es posible degustar un fino de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Montilla-Moriles. Pues sí, pese a que el marco regulador no tiene en sí un proyecto de exportación, ni políticas específicas para la promoción de sus caldos por el mundo y, pese a destinar sólo el 12 por ciento de su producción anual al mercado exterior, los finos cordobeses están presentes en los cinco continentes.
¿Cómo se explica que en Oceanía sus habitantes puedan tomar una tapa acompañados de un fino de Bodegas Toro Albalá o un Alvear? El gerente de la DOP, Enrique Garrido, desvela el misterio. Todo se debe «al boom que el marco regulador experimentó en los años 70, una apertura al mercado exterior que se inició a finales de los 60». En aquellos años, según indica Garrido, se producía tanto que el mercado nacional era incapaz de asumir toda la oferta, por lo que a los cordobeses no les quedaba otra alternativa que salir a vender fuera. «Eran unos años donde se producían 250 millones de kilos de uva cada campaña, frente a los 50 millones de los tiempos actuales», indica el directivo del marco.
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