Es el mejor mirador de un edificio tan emblemático como la Mezquita de Córdoba, y también de su casco histórico, ambos declarados Patrimonio de la Humanidad y sin embargo lleva cerrado desde 1990, cuando comenzó un proceso de restauración que se ha prolongado durante dos décadas.
Se trata de la Torre de la Mezquita, un antiguo alminar árabe, posteriormente reconvertido en campanario, y que es el punto más alto de Córdoba. Un lugar privilegiado que abrirá sus puertas al público este año y al que ha accedido Efe junto al equipo de arquitectos que ha trabajado en las obras de restauración y adecuación, que están prácticamente terminadas.
El equipo de arquitectos, formado por Gabriel Ruiz, Sebastián Herrero y Gabriel Rebollo, coincide a la hora de calificar a la Torre de la Mezquita como una especie de "muñeca rusa" en la que, a medida que uno se adentra, va descubriendo nuevos tesoros.Rebollo explica que la torre tiene una arquitectura llena de belleza, fruto de la transformación, lo que hace que constituya un "documento histórico interesantísimo".
El alminar originario fue construido en el siglo X, en época de Abderramán III, y de forma contemporánea a Medina Azahara, de tal modo que fue una de las pocas obras que hizo el califa en la Mezquita. Se trata, según indican los arquitectos, de un alminar con una importancia muy grande, no sólo por la influencia en otras torres similares, sino también por su peso en la arquitectura cristiana y románica en toda España.
Con posterioridad, tras la conquista cristiana, dicho alminar es convertido en campanario, para lo cual se elimina el cuarto desde donde el almuédano llamaba al rezo cinco veces al día, y se sustituye por las campanas. La historia no termina ahí, puesto que en el siglo XVI, Hernán Ruiz III, el hijo del autor de la Giralda, hace una operación paralela a la realizada en Sevilla y monta un cuerpo de campanas sobre el alminar, y dos siglos después, coincidiendo con el terremoto de Lisboa y cuando la torre empieza a estar muy deteriorada, se forra el alminar y se maciza la fachada.
Según Rebollo, esta operación provocó "un efecto extraño", porque, vista desde fuera, la Torre de la Mezquita es un edificio en el que la parte de arriba es más antigua que la parte de abajo, a pesar de que la cúspide es unos 150 años más joven. En ese estado permaneció la torre hasta principios de los noventa, cuando se tomó la decisión de restaurarla, en una operación en dos fases, una primera de investigación y una segunda de intervención, en la que se han recuperado los valores más importantes de la torre.
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