LEÍDO EN "LAS PROVINCIAS"
En Utiel pasó todo lo que puede pasar en una corrida y más. Arte y drama, gozo y estupor, euforia, sentimiento, entrega. Dos toreros en la enfermería, dos toreros en la gloria. Un vértigo incontrolado parecía zarandear la tarde de un rincón a otro. Fiestas del Remedio, nubes en lo alto, ilusión entre los aficionados, triste desapego en el publico en general. Ellos se lo perdieron .
Una obra de arte de Finito, de las que no se ven en muchos años, la quintaesencia del toreo sobrevolando por encima de las normas, el pellizco, el quejío, la técnica sometida al arte, vaya arranque de faena, vaya final, vaya armonía. Todo seguido el valor de un Curro Díaz, gozoso con el compañero pero picado en su orgullo de torero, sin querer ser menos, sin importarle como le sucedió al maestro Fino que la plaza fuese de primera o de tercera, hay arranques en el toreo que solo se entienden desde el amor propio y con ese argumento enfiló Curro espectacular viaje tras la espada para tumbar al desabrido segundo de su lote de un excelente volapié que le aseguraba la puerta grande. Uno se preguntaba porque aquello no sucedía en plazas de postín, de las que dan dinero y contratos pero el toreo no atiende a razones, el toreo puro surge del alma y se siente o no se siente o directamente no es toreo.
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