EL ambiente festivo se respiraba en la ciudad. El sol y la gente que se aglomeraba en la Puerta de Santa Catalina y en las inmediaciones de la Catedral recordaban a una estampa de un Domingo de Ramos cualquiera. Mientras, la Banda de Cornetas y Tambores de Nuestro Padre Jesús Nazareno Rescatado ensayaba los últimos acordes en el Patio de los Naranjos. Este primer domingo de diciembre no era de Ramos y ninguna hermandad hacía estación de penitencia. La expectación se debía al traslado de la imagen del Señor de Córdoba, que, tras pasar la noche bajo los siglos de historia de la Santa Iglesia Catedral, regresó ayer a su templo, la Iglesia de Nuestra Señora de Gracia.
Las calles de Córdoba volvieron a impregnarse de la religiosidad popular que el paso del Rescatado provocó durante su traslado en la tarde del sábado. Los 13 grados que marcaban los termómetros ayudaron a que los cordobeses, y muchos turistas, se echaran a la calle para ser testigos del regreso de la imagen a su barrio. El olor a incienso y el sentir de miles de fieles acompañaron a la tricentenaria talla durante su regreso, esta vez por las estrechas calles de la Judería.
Ya lo dijo el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, durante la celebración de la misa de acción de gracias: «Hoy es un día festivo, no porque estemos en Semana Santa ni porque haya estación de penitencia, sino porque podemos dar gracias de que esta imagen de Jesucristo ha llegado al corazón de muchas personas en 300 años».
En su homilía, Monseñor Fernández se refirió a la imagen del cautivo como «soberana, señorial y majestuosa» y dijo de ella que «en este tiempo ha sido testigo de miles de silencios». El prelado cordobés agradeció la oportunidad de celebrar el primer domingo de Adviento con esta imagen «que representa la soberanía de Jesucristo» y que, imponente, aguardaba en el altar de la Catedral montada en su paso dorado.
Una vez estuvo de nuevo en la calle y con el repique de las campanas de la Catedral de fondo, los actos de recogimiento y devoción volvieron a estar presentes en el sentir popular. El cortejo, formado por centenares de devotos, jóvenes y representantes de otras cofradías (de Gloria y Penitencia), se inició por Deanes y Blanco Belmonte.
A primera hora de la tarde, el desfile llegó a su punto final, la plaza trinitaria de Padres de Gracia, después de haberse reencontrado con fieles y devotos y vecinos en general por las calles San Pablo, San Lorenzo y María Auxiliadora. Aún con el sol en el cielo, el Señor de Córdoba entró en la que ha sido su casa durante tres siglos.
Un brillante y maravilloso epílogo para cerrar el capítulo de oro, el de la celebración del tercer centenario de la talla del Rescatado, obra de Fernando Díaz Pacheco de 1713 por encargo del trinitario Fray Cristóbal de San Juan de Mata. El imaginero (al que es de justicia recordar) tomó como modelo el Cristo de Medinaceli de Madrid. La imagen representa a Jesús a punto de iniciar el camino del Gólgota después de haber sido injuriado y coronado con espinas.
(Leído en ABC)
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