miércoles, 30 de abril de 2014

50 años del siniestro del bus en el Guadalquivir




LADIS
LADISLAO RODRIGUEZ GALAN en Diario Córdoba

El día 26 de Abril de 1964, Córdoba vivó un enorme sobresalto cuando por los barrios de la ciudad cundió la noticia de que un autobús de línea urbana de Aucorsa había caído al río Guadalquivir a la altura de la Cruz del Rastro. Pocas noticias había sobre cuantos y quienes podían ser los usuarios del autobús, pues esta línea, que comenzaba en la calle Pío XII del Campo de la Verdad y cruzaba el centro hasta el estadio de El Arcángel, transportaba a muchos aficionados. Esa tarde jugaba el Córdoba CF contra la UD Levante. El autobús siniestrado era uno de refuerzo, que saliendo de la plaza de las Tendillas llevaba a los rezagados al estadio, y tras este itinerario, concluido el servicio, debería dirigirse a cocheras. No fue así, pues su recorrido terminó trágicamente cuando se precipitó al río Guadalquivir, tras romper el pretil.
Apenas se iba cundiendo la noticia infinidad de cordobeses se acercaron a la ribera. Unos movidos por la curiosidad y otros ávidos de noticias, querían saber si sus familiares y amigos, que habían asistido esa tarde al fútbol, podían contarse entre los viajeros y ansiaban noticias de las autoridades sobre los usuarios que estaban dentro del vehículo en el momento del accidente.
El bus continuaba sumergido y nada se sabía del número de personas que había en el interior.
La noticia del accidente, que vistió de luto a la ciudad, y conmovió a toda España, fue portada en la mayoría de los periódicos españoles y buena parte de la prensa extranjera se hizo eco del dramático accidente.


Del interior del autobús solo pudieron salir con vida el cobrador, Miguel Espinosa Priego (casado con Rafaela Caballero Salvador, padre de dos hijos y esperando un nuevo retoño) que sufrió rotura de clavícula y múltiples magulladuras, precisando ingresar en la residencia Noreña y José Vázquez Fernández (usuario) con herida inciso contusa en región superciliar derecha y traumatismo cerebral y toráxico. Tras ser curado en el hospital de Agudos, pasó a su domicilio.

RESCATE DE CADÁVERES
En el lugar del suceso se personaron todas las autoridades que dirigieron las tareas de rescate. Los bomberos, junto a los buzos, procedieron, primeramente a localizar el vehículo, que estaba hundido a unos catorce metros de profundidad. También llegó, procedente del Parque de Talleres de Automovilismo, una potente grúa con personal especializado para tratar de extraer el autobús. Hasta el momento no se sabía que cantidad de personas viajaban en el momento de producirse el accidente, aunque se barajaba la posibilidad de que fueran pocas al ser el último servicio y solía llegar al estadio con la hora muy justa.


Como era difícil y complicada la recuperación del vehículo, que se encontraba volcado en el lecho del río, se procedió a rescatar los cadáveres, labor que concluyó sobre las ocho de la tarde (tres horas después de producirse el siniestro). Los once cadáveres fueron sacados en barcas y trasladados a las ambulancias que los llevaron al Depósito Anatómico Forense del cementerio de San Rafael. Cerca de las nueve de la noche, y tras romperse el cable de la primera grúa que acudió a reflotarlo, fue sacado el autobús del río Guadalquivir. Quedó sujeto con cables para al día siguiente arrastrarlo hasta la orilla opuesta.


El coche, de la empresa Aucorsa, tenía matrícula de Málaga número 21929 y cubría la línea de Pío XII, en el Campo de la Verdad.

VÍCTIMAS

Algunas de las víctimas eran muy conocidas, por regentar establecimientos de hostelería muy céntricos, como Mariano Carrasco Ruiz (Bar Correo), casado con Rafaela Roldán González y padre de cuatro hijos y Alfonso Pérez Quero (jefe de cocina del restaurante Imperio, de la calle la Plata), casado y con tres hijos. Ambos solían esperar a última hora para tomar el autobús.

Pedro Zurbano Barrionuevo, interventor del Servicio Municipal de Aguas y su esposa Ana España. El matrimonio compuesto por Luis Guerra Morillas e Isabel Pastor del Río, padres de una hija. Manuel Rodríguez Soto, de quince años, que no iba al futbol sino a entregar en las taquillas la recaudación (29.000 pts.) de la venta de entradas del Bar Guerrero donde trabajaba. Cuando rescataron su cadáver llevaba en la mano, bien apretado el puño, todo el dinero. Fernando Varo Artigues, José Llamas, Fernando Cubo de la Torre y el chófer del autobús Wenceslao Gracia Arroyo, de 45 años, con un expediente de excelente conductor, que nada pudo hacer por evitar la catástrofe. Estaba casado con Teresa Díaz Serrano y tenía tres hijos.

LUTO EN LA CIUDAD
Como es natural este trágico suceso impresionó profundamente a la ciudad acudiendo millares de personas a interesarse por el horario de los funerales. El alcalde de la ciudad Antonio Guzmán Reina ordenó que por cuenta del Ayuntamiento se facilitaran los féretros a las víctimas y que se colocaran crespones negros en señal de luto en los balcones de la Casa Consistorial.
También ordenó que los cadáveres fueran depositados en la iglesia del cementerio de San Rafael, para que pudieran ser velados por las familias.


Para el día del funeral estaba previsto que se consagrara la iglesia de San Alberto Magno, pero por el trágico accidente se pospuso un día más. El príncipe Juan Carlos que tenía anunciada una visita oficial a la ciudad, dispuso por el luctuoso suceso, que todos los actos programados en su honor quedaran suspendidos para unirse al duelo de la población. El gobernador civil, Landín Carrasco, pidió a las empresas que permitieran, a los trabajadores que lo deseen, acudir a los funerales por las víctimas.

FUNERAL
La capilla ardiente quedó instalada, como hemos recogido, en la iglesia del cementerio de San Rafael y por allí desfilaron las autoridades e infinidad de cordobeses que querían expresar sus condolencias a los familiares.

EN LA MEZQUITA CATEDRAL
El funeral de Corpore in Sepulto se celebró el lunes día 27 a las siete de la tarde en la Mezquita Catedral, lo ofició el obispo monseñor Fernández Conde y estuvo presidido por el príncipe Juan Carlos, calculándose que asistieron unas diez mil personas.


El templo estaba abarrotado, así como el Patio de los Naranjos y las calles adyacentes, ocupadas por la multitud que luego acompañó al cortejo fúnebre hasta el cementerio.

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