ODA AL FLAMENQUÍN CORDOBÉS
Muy flamencos, con mucha gracia para el paladar y muy atractivos a la vista, los flamenquines siguen siendo uno de los muchos motivos por los que la gente regresa a la provincia de Córdoba (con ola de calor y todo).
Con ese aspecto poderoso y una longitud variable (en la que el tamaño sí que importa) el flamenquín cordobés es ese invento comestible de orígenes inciertos, que siempre sabe a gloria y que ocupa un trono incuestionable en los menús de todos los bares y hogares de la provincia (porque dicho sea de paso, como los de mi madre, ninguno). Pero puestos a ir por los bares, un 'flamenquincito' cortadito con su mayonesa casera y una inmensa montaña de patatas fritas y/o su lechuguita, siempre será bienvenido y lo celebrarán incluso los comensales más pequeños.
La receta es sencillísima pero en cada lugar se le da un puntito distinto (hay quien le pone a la carne un toque de vino fino Montilla-Moriles o unas gotitas de limón). Pero la base siempre será un filete de lomo de cerdo cortado grueso y más bien grande al que tendrás que echar un poquito de sal y darle una paliza sin pensártelo dos veces (¡desahógate al estilo cordobés!) con cualquier objeto de la cocina que puedas usar para aplastar el filete. Se trata de expandirlo y dejarlo muy fino para que esté más jugoso y para obtener un área de carne lo suficientemente amplia como para enrollar la tiras de jamón serrano y la tirita de tocino en el centro. ¡Enrróllalo sin miedo! El resultado será un impresionante canuto de carne que se reboza a continuación con huevo y pan rallado (por dos veces la misma operación) y finalmente, lo freirás sumergido completamente en aceite de oliva muy caliente.
Otra clave: ¡el corte! Cuando esté frito, divídelo cortándolo en sentido diagonal al longitudinal. Si lo sirves con un clásico salmorejo como primer plato, tendrás un almuerzo dominguero cordobés que siempre triunfa. Pero que no te lo den con queso. Ni con jamón de york. Ni relleno de chorizo, ni con rape y con gambas... ¡Noooooo! Los primos lejanos del flamenquín son innumerables (sanjacobos, crispines, etc.) pero nada tienen que ver con el auténtico.
Muy flamencos, con mucha gracia para el paladar y muy atractivos a la vista, los flamenquines siguen siendo uno de los muchos motivos por los que la gente regresa a la provincia de Córdoba (con ola de calor y todo).
Con ese aspecto poderoso y una longitud variable (en la que el tamaño sí que importa) el flamenquín cordobés es ese invento comestible de orígenes inciertos, que siempre sabe a gloria y que ocupa un trono incuestionable en los menús de todos los bares y hogares de la provincia (porque dicho sea de paso, como los de mi madre, ninguno). Pero puestos a ir por los bares, un 'flamenquincito' cortadito con su mayonesa casera y una inmensa montaña de patatas fritas y/o su lechuguita, siempre será bienvenido y lo celebrarán incluso los comensales más pequeños.
La receta es sencillísima pero en cada lugar se le da un puntito distinto (hay quien le pone a la carne un toque de vino fino Montilla-Moriles o unas gotitas de limón). Pero la base siempre será un filete de lomo de cerdo cortado grueso y más bien grande al que tendrás que echar un poquito de sal y darle una paliza sin pensártelo dos veces (¡desahógate al estilo cordobés!) con cualquier objeto de la cocina que puedas usar para aplastar el filete. Se trata de expandirlo y dejarlo muy fino para que esté más jugoso y para obtener un área de carne lo suficientemente amplia como para enrollar la tiras de jamón serrano y la tirita de tocino en el centro. ¡Enrróllalo sin miedo! El resultado será un impresionante canuto de carne que se reboza a continuación con huevo y pan rallado (por dos veces la misma operación) y finalmente, lo freirás sumergido completamente en aceite de oliva muy caliente.
Otra clave: ¡el corte! Cuando esté frito, divídelo cortándolo en sentido diagonal al longitudinal. Si lo sirves con un clásico salmorejo como primer plato, tendrás un almuerzo dominguero cordobés que siempre triunfa. Pero que no te lo den con queso. Ni con jamón de york. Ni relleno de chorizo, ni con rape y con gambas... ¡Noooooo! Los primos lejanos del flamenquín son innumerables (sanjacobos, crispines, etc.) pero nada tienen que ver con el auténtico.
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